Paulina Vinderman

Paulina Vinderman

Poeta nacida en Buenos Aires en el año 1944. Es una de las voces más destacadas y personales de la poesía argentina contemporánea, plasmada en una vasta obra que se inició en la década de los ’70.
Sus obras han sido traducidas parcialmente al inglés, italiano, alemán, francés, portugués, rumano, catalán y turco.
Obras destacadas

Voy hacia el nombre

 

Y es siempre el terror a los veranos

y el lento no saber.

Voy hacia el nombre.

Tal vez me llame invierno

en el país del lenguaje.

Cuando no hay viento,

y el silencio se olvida de cerrar

una ventana,

hago el refugio en mi imagen perdida.

El alma

desparramada por los mundos,

reúne sus pedazos

en las noches sin luna.

El universo entero

se acerca de puntillas a mi mesa

cuando recobro la manera de mirar.



Sobrexposición

 

Y es allí, en ese pasto suave

de la obsesión a punto de revelarse,

donde el sonido y la furia del mundo

se atenúan

(tanto como costó acomodar el dolor:

un territorio chico

con un arroyo seco y un caballo)

 

Y es tan delgada la luz, la diferencia,

que puede oírse el golpe de la muerte

del amor,

mucho antes que los cuerpos se

separen, se bañen

y vayan hacia la vida bajo una luna despareja.

 

Como un barco en la noche

y la imaginación

que abandona la partida.



Bajo una sola lámpara

 

Casi todas la noches                           

reconstruyo una ciudad                         

desde ruinas de mentiras.                     

En silencio, bajo una sola lámpara,           

invento calles desnudas                       

por las que el viento arremolina               

las sonrisas cansadas                         

y las pega en las paredes                     

como antiguas estampas.                       

Pausadamente,                                 

les quito los sonidos.                         

Queda, tal vez, la campana de una iglesia     

y una canción de niños leve y cruel,           

interrumpiendo el sueño helado                 

de los parques.                               

Hasta que salga el sol                         

y cambie mis cristales.                       

Hasta que amanezca el desdén                   

en los ojos de los otros                       

y arrincone mi poema, aterido y solo,         

en un desván de espera hacia la noche.         

Pausadamente, bajo una sola lámpara.           

Hambrienta de absoluto.