Poemas recomendados de Nicaragua

Poemas recomendados de Nicaragua

“Nicaragua, tierra de poetas apasionados y paisajes que inspiran, ha dado al mundo una rica tradición poética. Entre los poemas recomendados que capturan la esencia de esta nación centroamericana se encuentra “Canción de la Noche” de Rubén Darío, considerado el padre del modernismo literario en español. Sus versos melódicos y evocadores transportan a los lectores a la belleza nocturna de Nicaragua.”
José Coronel Urtecho

“La cazadora”

Mi señora, tan luego se levanta

va a cazar un venado matutino,

sin miedo a los colmilos del zaíno,

ni al mortal topetazo de la danta.

 

Entra con ojo alerta y firme planta

en la espesura donde no hay camino,

y de los matorrales, repentino,

salta un venado que su paso espanta.

 

Ella rápida apresta su escopeta,

veloz le apunta, le dispara y mata

-y después el marido-, que es poeta,

 

cuando regresa la mujer que adora,

en un someto clásico relata

la bella hazaña de la cazadora.

Alfonso Cortés

“Fuga de otoño”

Aquí todo, hasta el tiempo se hace espacio.

En los viejos

caminos nuestra voz yerra como un olvido,

y a un éter lleno de recuerdos, se ha salido

de nosotros el alma, para vernos de lejos.

 

El cielo es como un fiel recuerdo de colores

en que tú arremolinas, luz sonora, tus vientos;

la loca de la tarde hunde sus pensamientos

de luz, en la epidermis de seda de las flores.

 

Yo hilaré con el blanco vellón de los vésperos,

horas de amor sutiles, concisas y espaciosas

viendo venir las pálidas parejas amorosas

en la convalecencia feliz de los senderos.

 

Y si vas a fugarte, Otoño, dulce paje

de mi amada autumnal, húndete ante mis ojos,

acosado, en los llanos de los ocasos rojos,

por las ágiles piernas de una ninfa salvaje.

Michelle Najlis

“Quiero un poema sencillo y bueno”

Quiero un poema sencillo y bueno

como el pan,

caliente y oloroso

con ese olor de gente,

de harina,

de manos amasando

y de un gran fuego rojo en el cielo del horno.

 

Quiero decirte: Ven,

mi pan es tuyo

¿no ves qué manos lo amasaron?

¿no ves que un mismo amor lo ha cocido

y que mis manos y las tuyas

estuvieron juntas en la panadería?

¿No ves que venimos amasando pan

desde el primer grano que sembramos?

 

Ven:

compartamos el pan y la esperanza

aunque el dolor sea largo

y la angustia infinita.

Rosario Murillo

“Yo la mujer de barro”

“Se estremecieron las espesuras y las sombras’ 

Yo la mujer de barro

hecha y guardada por los siglos y siglos

surgida del mismo tiempo

con una costilla de más, me dice Adán

y una semilla de nancite para Eva

yo la mujer de barro

con un grito de triunfo me persigno

por la señal de mis piernas

Por la santa cruz de mis caderas

Con el clamor de mi ombligo que se ahueca

y exclama araña tus ojos

Soy la furia del tiempo sin cabeza

Como una cara sin rostro

o un final de amores sin espejos.

Viva vivo y he vivido en el barro

a través de los ríos y las estaciones

y las capas geológicas y las erupciones

y los sinfines de culturas que no acaban

y las que apenas principian

en medio de todo el ruido

Yo, mujer, cargo la furia de amamantarte y amarte

hombre de barro, mi esclavo y mi señor

yo tu señora y tu esclava

mujer arcaica o clásica o moderna

siempre orgullosa de mi hoguera temblando

en el centro de Venus mi temblor.

Mujer de barro yo, descabezada

guardo y dibujo fertilidad de luceros

descabellada, quebrada y recocida

de mi amor inicial sembré los frutos

sigo sembrando y pariendo

y recogiendo y regando

en este comal de silencios

aquí volteada a la izquierda

con la piel siempre inmensa

sumergida en el canto de barro, carne y caminos

sólo me asusto de las cosas que no entiendo

como la cibernética

o el átomo envuelto

o mis hijos con la rodilla en el suelo

sólo y de nada me asusto

me persigno.

Joaquín Pasos

“Tormenta”

Nuestro viento furioso grita a través de palmas gigantes

sordos bramidos bajan del cielo incendiados con lenguas de leopardos

nuestro viento furioso cae de lo alto.

El golpe de su cuerpo sacude las raíces de los grandes

árboles salen del suelo los escarabajos

las serpientes machos.

Nuestro viento furioso sigue su camino mojado

es el jugo oscuro de la tarde que beben los toros salvajes

es el castigador del campo.

Los hombres oyen en silencio los gemidos del aire

con el alma quebrada, el cuerpo en alto

los pies y la cara de barro.

Las indias jóvenes salen al patio, rompen sus camisas

ofrecen al viento sus senos desnudos, que él se encarga de

afilar como volcanes.