Poemas recomendados de Colombia

Poemas recomendados de Colombia

La poesía colombiana es tan diversa como su geografía: desde los ritmos del Caribe hasta la serenidad de los Andes, desde las selvas del sur hasta los paisajes urbanos en transformación. A través de sus versos, Colombia ha sabido expresar sus heridas, sus esperanzas, su memoria y su música interior.
María Mercedes Carranza

“La patria”

Esta casa de espesas paredes coloniales

y un patio de azaleas muy decimonónico

hace varios siglos que se viene abajo.

Como si nada las personas van y vienen

por las habitaciones en ruina,

hacen el amor, bailan, escriben cartas.

A menudo silban balas o es tal vez el viento

que silva a través del techo desfondado.

En esta casa los vivos duermen con los muertos,

imitan sus costumbres, repiten sus gestos

y cuando cantan, cantan sus fracasos.

Todo es ruina en esta casa,

están en ruina el abrazo y la música,

el destino, cada mañana, la risa son ruina,

las lágrimas, el silencio, los sueños.

Las ventanas muestran paisajes destruidos,

carne y ceniza se confunden en las caras,

en las bocas las palabras se revuelven con miedo.

En esta casa todos estamos enterrados vivos.

Raúl Gómez Jattin

“Pequeña elegía”

Ya para qué seguir siendo árbol

si el verano de dos años

me arrancó las hojas y las flores

Ya para qué seguir siendo árbol

si el viento no canta en mi follaje

si mis pájaros migraron a otros lugares

Ya para qué seguir siendo árbol

sin habitantes

a no ser esos ahorcados que penden

de mis ramas

como frutas podridas en otoño.

Giovanni Quessep

“Canción del que parte”

Por la virtud del alba

quieres cambiar tu vida,

y aferrado a la jarcia

partes sin rumbo conocido.

 

Todo es propicio, los acantilados

y el arrecife duermen en la espuma,

tan sólo una gaviota espera

sobre el palo mayor de caoba y de luna.

 

Quizá te aguarden para darte

el amor y la palma del vino

o en la orilla sin nombre,

pescadores vestidos de un luto azul.

 

Vas solo con tu alma, barajando

canciones y presagios

que hablan del bosque donde la hierba es tenue,

lejos de la desgracia que en ti se confabula.

 

A tu paso verás las islas

que otorgan el sonido de un caracol,

verás tu casa, el humo

que ya aspiraron otros en la aurora.

 

Mas, ay, si te detienes

tal vez allí se acabe tu destino;

¿y quién podrá salvarte,

quién te daría lo que buscas entre hadas?

 

Duro es partir a la fortuna;

el hombre solo cierra los ojos ante el cielo

y oye su propia historia

si se rompe el encanto.

 

Pero, si quieres seguir, sigue

con la felicidad entre tu barca,

todo está a tu favor, el cielo, la lejanía que se abre

como el amor, como la muerte.

 

Cántico de dos rosas

 

No digas nada, escucha a las estrellas.

Tal vez te digan algo

de la rosa que hay en tu jardín

y la rosa del tiempo,

-la que está viva o muerta-

en la arena que arde.

La rosa que hay en tu jardín es bella.

No la amarga hechicera que te llama

desde tu nacimiento, rosa oscura

que te alumbra el final y las orillas

del aqueronte. No hables, que estás solo

con nada indecible, siempre lejos

del azul más profundo. Mira pues

si el agua va a una isla donde crecen

rosas ya sin ventura o venturosas;

y escribe y canta. Y oye a las estrellas

que hablan desde una página pedida.

Rómulo Bustos Aguirre

“Palenqueras”

Mujeres grandes que llevan

tesoros blancos en los dientes

Sentadas parloteando en lengua extraña

como enormes diosas ya olvidadas

Acaso mejor que el sabio

conozcan sus cabezas

el peso exacto de las cosas del mundo