Poemas recomendados de Honduras

Adéntrate en la profundidad de la lírica hondureña con una selección inigualable que captura la esencia, los paisajes y las pasiones de esta tierra centroamericana. Con cada verso, serás transportado a los rincones más íntimos y hermosos de Honduras, a través de voces poéticas que resonarán en el alma. Este mes, celebramos la riqueza y diversidad de una poesía que trasciende fronteras. ¡No te lo pierdas!
Roberto Sosa

Los pobres

Los pobres son muchos

y por eso

es imposible olvidarlos.

 

Seguramente

ven

en los amaneceres

múltiples edificios

donde ellos

quisieran habitar con sus hijos.

 

Pueden

llevar en hombros

el féretro de una estrella.

 

Pueden

destruir el aire como aves furiosas,

nublar el sol.

 

Pero desconociendo sus tesoros

entran y salen por espejos de sangre;

caminan y mueren despacio.

 

Por eso

es imposible olvidarlos.

Rolando Kattán

“Redención de Narciso”, Los cisnes negros.

Quien se conoce renace en la flor,

bienaventurados los que regresan.

 

Narciso ensimismado en la laguna

descubrió que de lágrimas y sangre

se alimentaban los siete pecados.

 

Empuñó el alfabeto de las aguas,

el códice primario de lo arcano

y asimiló la virtud de los peces.

 

Para descaminarnos entre espejos,

los dioses deshicieron la laguna.

Los pedazos que caen en la ducha

solo nos llevan por las cañerías.

 

Ya no renacen flores

en las orillas de este cementerio.

Se nos hace difícil revivir en la flor.

Rigoberto Paredes

“Mar adentro”

Ya los barcos doblaron                               

la esquina de las aguas                             

que miramos unirse                                   

el cielo arqueado y hondo.                           

Apenas unas manchas se divisan,                     

pero aquí, entre nosotros,                           

presas del abandono,                                 

manos y voces se alzan todavía amorosas.             

Los viajeros, en proa, no verán hacia atrás.         

Otro mundo despunta, otro mundo alto y fresco       

en la cabeza de todos los viajeros.                 

Noche y día ojearemos las crestas del aguaje.       

Tal vez el viento arrastre un olor, un silbido,       

algo de cuanto asimos fuertemente a los pechos       

que hoy vibran apartados.                           

Cómo áspera maleza crece el mar en nosotros.         

Su falso azul revienta en los peñascos               

y sólo nos devuelve restos de lo perdido.           

Igual,                                               

la vida nos envía                                   

sus rápidas señales,                                 

a su paso,                                           

muy lejos de esta orilla.   

Clementina Suárez

“Una obra muerta”

Yo no bajaré a la tumba convertida en harapo,

ni un sólo diente de mi boca se ha caído.

Las carnes en mi cuerpo tienen su forma intacta

y ágil en su tallo se yergue la cabeza.

 

yo iré a la muerte pero con el labio fresco,

con voz firme y clara responderé a la llamada.

Yo sé que están contados los minutos de la vida

y que jamás el destino su sentencia retrasa.

 

Sobresalto no tengo por entrar a la sombra,

nadie quiero que venga por mi muerte a llorar,

la espuma de mi sangre como aceite se acaba

y para ése instante a todos sólo pido silencio.

 

No quiero que ya muerta peinen mi cabello

ni que las manos juntas pongan en mi pecho,

quiero que me dejen así como me quede

y así en la tierra abierta me vayan a dejar.

 

No quiero que me vistan, ni que me ultrajen muerta,

estando con migo los que nunca estuvieron.

Compañeros sinceros, lo que siempre tuve,

sólo esos que se encarguen de irme a enterrar.

 

Tampoco quiero seña, ni que una cruz me pongan,

no quiero para mí nada que los pobres no tengan.

Pues aún después de muerta, mi puño estará cerrado

y en el viento mi nombre será como bandera.

Óscar Acosta

“El nombre de la patria”

Mi patria es altísima.

No puedo escribir una letra sin oír

el viento que viene de su nombre.

Su forma irregular la hace más bella

porque dan deseos de formarla, de hacerla

como a un niño a quien se enseña a hablar,

a decir palabras tiernas y verdaderas,

a quien se le muestran los peligros del mundo.

 

Mi patria es altísima.

Por eso digo que su nombre se descompone

en millones de cosas para recordármela.

Lo he oído sonar en los caracoles incesantes.

Venía en los caballos y en los fuegos

que mis ojos han visto y admirado.

Lo traían las muchachas hermosas en la voz

y en una guitarra.

 

Mi patria es altísima.

No puedo imaginármela bajo el mar

o escondiéndose bajo su propia sombra.

Por eso digo que más allá del hombre,

del amor que nos dan en cucharadas,

de la presencia viva del cadáver,

está ardiendo el nombre de la patria.